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¡Manos arriba! Esto es un plátano

John Szwalla, de Carolina del Norte (EE.UU.) es un adolescente al que le gusta vivir al límite: la reglas no se han hecho para él, piensa que el mundo es un lugar duro donde, o golpeas primero o te golpean a ti, un sitio en el que hay que convertirse en un depredador, en un ave de rapiña para sobrevivir. Por eso, para demostrarle al sistema, a esta maldita sociedad, que él es uno de esos amorales ganadores, decidió atracar una cafetería.

Lamentablemente no pudo disponer de un arma a tiempo. Pero astuto e inteligente donde los haya, Szwalla tuvo una idea: pillaría un plátano y simularía, como en las películas, que llevaba un arma escondida debajo de la camiseta.

Así que se acercó al local, se acercó a la caja y exigió el dinero. “Todo va a salir sobre ruedas” pensaba.

Sin embargo, no contaba con que el dueño del bar y algunos clientes fuesen valientes y aguerridas personas a las que poco les importaba que un adolescente con delirios de grandeza “tarantiniana” les fuera a disparar. Se abalanzaron sobre él… y descubrieron la mortal banana.

Aun así, el excepcional cerebro de John ideó un plan: si no había prueba incriminatoria, no podían llevarle al calabozo. Fue entonces cuando su genio decidió que era hora de destruir el plátano. ¿Cómo? pues eso… comiéndoselo, eso sí, pelándolo previamente (no fuera a causarle una indigestión).

Pese a los esfuerzos de sus captores, no pudieron impedir que el adolescente acabara merendando. Eso sí, cuando la policía finalmente llegó sacó las debidas fotos a la cáscara del plátano y ahora Szwalla se enfrenta a cargos por intento de robo. ¡Malditos polizontes!

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